SUM…

    Yo soy en Dios lo que soy 

y mi ser es voluntad

que, perseverando hoy, 

existe en la eternidad.



   Cuatro horizontes de abismo

tiene mi razonamiento, 

y el abismo que más siento 

es el que siento en mí mismo.



   Hay un punto alucinante

 en mi villa de ilusión:

La torre del elefante 

junto al quiosco del pavón.



   Aún lo humilde me subyuga 

si lo dora mi deseo.

La concha de la tortuga 

me dice el dolor de Orfeo.



   Rosas buenas, lirios pulcros,

Loco de tanto ignorar, 

voy a ponerme a gritar 

al borde de los sepulcros:



    ¡Señor, que la fe se muere!

Señor, mira mi dolor.

Miserere! Miserere!..

Dadme la mano, Señor...




Rubén Darío. El canto errante. 

Espasa Calpe S.A. Colección Austral Nº 516. Tercera edición, 1965. Pág. 77