Era una verde pradera

Era una verde pradera, con un verde de una riqueza tal que no se ve en ninguna parte, pero esa pequeña alquería y ese verde pasto contenían en sí toda la tierra y toda la humanidad. Había en ello una finalidad absoluta; era la finalidad de la belleza que no está torturada por el pensamiento y el sentimiento. La belleza de un cuadro, una canción, una casa, es producida por el hombre para que se la compare, se la critique, para que se le sumen cosas, pero esta belleza no era una obra hecha por la mano del hombre. Todo lo que es obra del hombre debe ser negado con decisión antes de que esta belleza pueda ser. Porque ella necesita total inocencia, total austeridad; no la inocencia urdida por el pensamiento ni la austeridad del sacrificio. Sólo cuando el cerebro está libre del tiempo y sus respuestas son absolutamente silenciosas, existe esa austera inocencia.

Jiddu Krishnamurti