¿Qué harás tú…

¿Qué harás tú, oh Dios, cuando yo muera?
Yo soy tu cántaro (¿y si me quiebro?)
Yo soy tu bebida (¿y si me corrompo?)
Soy tu ornato y tu oficio.
Tú pierdes conmigo tu sentido.
Después de mí no tendrás casa en donde
palabras cercanas y cálidas te saluden.
De tus pies cansados se caerá
la sandalia de seda que yo soy.
Tu gran manto se soltará de ti.
Tu mirada, que yo acojo caliente
en mis mejillas, como en una almohada,
andará buscándome largo tiempo
y a la hora del ocaso se echará
en el regazo de unas piedras desconocidas.
Y tú, oh Dios, ¿qué harás? Yo tengo miedo.

Rainer María Rilke

El universo

El universo como «totalidad no dividida en movimiento fluyente».

Todo es un movimiento global no fragmentado ni dividido; cada ‘cosa’ es solamente una abstracción de una faceta o aspecto relativamente invariante de este movimiento. (Cualquier acontecimiento, objeto, entidad, etc. que pueda describirse, es la abstracción de una totalidad desconocida e indefinible de movimiento fluyente)

David Bohm

La asombrosa realidad

La asombrosa realidad de las cosas
es mi descubrimiento de todos los días.
Cada cosa es lo que es,
y me cuesta explicar lo mucho que eso me alegra
y lo mucho que me basta.

Basta existir para ser completo.

Escribí muchos poemas
y voy a escribir muchos más, naturalmente.
Cada uno de mis poemas dice eso,
y todos mis poemas son diferentes,
porque cada cosa que hay es una manera de decir esto.

A veces me pongo a mirar una piedra.
No me pongo a pensar si siente.
No se me ocurre llamarla mi hermana.
Me gusta porque es una piedra,
me gusta porque no siente nada,
me gusta porque no tiene ningún parentesco conmigo.

Otras veces oigo pasar el viento
y creo que sólo para oír pasar el viento vale la pena haber nacido.

Yo no sé qué pensarán los demás leyendo esto;
pero creo que debe estar bien porque lo pienso sin esfuerzo
y sin pensar que otras personas me puedan estar oyendo;
porque lo pienso sin pensamientos,
porque lo digo como mis palabras lo dicen.

Una vez me llamaron poeta materialista,
y yo me admiré porque no creía
que pudiera llamárseme cualquier cosa.
Yo ni siquiera soy poeta: veo.
Si lo que escribo tiene valor, no soy yo quien lo tengo:
el valor está allí, en mis versos.
Todo esto es absolutamente independiente de mi voluntad.

Alberto Caeiro